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Esta Noche No Estoy para Nadie, primera obra que el autor de Montilla
estrenó en 1997 y que vuelve a retomar transformándola en musical, gracias a la música de Raúl Gama, quien a su vez acompaña con su piano durante la representación, y las letras de Isabel
Montero.
El musical nos transporta a 1981. Dos mujeres, madre e hija, vuelven a compartir techo gracias a la reciente aprobación de la ley del divorcio al separase de sus respectivos maridos. La
convivencia entre ellas será desastrosa por sus caracteres incompatibles. Esto, unido a ciertos equívocos de índole masculina, ocasiona los múltiples enredos que, acompañados por canciones,
propiciarán el desenlace de esta divertida historia.
A diferencia de los musicales que el público acostumbra a identificar, la puesta en escena destaca por su simpleza y austeridad. En ella no existen artificios. No está rodeada del fastuoso
despliegue de medios, ni falta que le hace: una escenografía fija y sin cambios, un piano como única orquesta y cuatro actores con oficio, capaces de llenar un escenario sin necesitar una tropa
de bailarines y coros que se empujan por caber en él, es más que suficiente. El reparto es brillante. No hay descompensación entre las partes habladas y cantadas, algo que se agradece y demuestra
su holgada experiencia. La calidad de las voces de Gisela y David Ordinas eleva las escena con sus
intervenciones y Bruno Squarcia convence y entretiene con su personaje. Kiti Mánver esta soberbia. Borda el papel de madre trasto y los momentos musicales que protagoniza son los más hilarantes
de la obra. En definitiva, una hora y media para oxigenarse y reír, cosa que el público hizo mucho y demostró con su aplauso.
Han pasado 15 años desde que se estrenó "Esta Noche no Estoy para Nadie" y Juan Carlos Rubio nació como dramaturgo. Después de abrirse con paso firme en esta profesión, y puede que en forma
de merecido auto-homenaje, vuelve a los escenarios con la obra de su bautismo, haciendo un doble guiño a la nostalgia propia y la de una época en la vida de los españoles que hoy se nos antoja
extraña, entre lo estrafalario y lo inocente, pero llena de vitalidad y optimismo. Algo que hoy echamos como nunca de menos.
Fuente: elDiadeCórdoba.es
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